
El cielo derramó cien tonos grises
engalanando el paisaje
de un otoño preñado de amarillos.
El murmullo del viejo pinar
trae rumores de olas lejanas,
y puede verse la serenidad
del atardecer.
Asomada a mi misma,
he visto su rostro
y sobre su pecho, una rosa roja
que apenas vislumbro,
entre una multitud silenciosa.
Su camino se hizo vertical
y ha plantado cipreses de soledad.
En este otoño sereno de años,
una vez más,
no llegó a la cita.
Adelaida Hidalgo